'Me costó mucho dormirme porque ni siquiera estaba cansado, pero al fin lo conseguí. Lo único que de verdad tenía ganas de hacer era de suicidarme. Me hubiera gustado tirarme por la ventana, y creo que lo habría hecho de haber estado seguro que iban a cubrir mi cadáver enseguida. Me habría reventado que un montón de imbéciles se pararan allí a mirarme mientras yo estaba hecho un cristo.'
El guardián entre el centeno de J.D. Salinger.
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